La diferencia de la lengua y la mano es que una dice y la otra hace. En la anatomía de un Kirchner, eso es contradictorio. En la década del ´70, Kirchner no sólo apoyó como “fuerza viva” la gobernación de facto en Santa Cruz del golpe militar más sangriento de la historia argentina, reconociéndola como un “Estado de Derecho”, sino que durante la dictadura y luego como gobernador, jamás llamó o apoyó una marcha o un reclamo por los derechos humanos. Durante el golpe de estado, Kirchner no se dedicó a denunciar los atropellos de los militares contra la “institucionalidad” ni contra los derechos humanos, sino que estuvo muy ocupado rematando inmuebles por créditos usureros a favor de los especuladores. Durante la década del ´90, en pleno neoliberalismo, llamó a Ménem “el mejor presidente de la historia”, y promovió y apoyó la entrega fraudulenta de nuestros Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) a favor de empresas transnacionales que hoy nos roban nuestras reservas. Durante su presidencia, renovó dicho contrato a favor del oligarca Bulgheroni y su Pan American Energy hasta que se nos acabe.
Luego de la crisis de 2001, Kirchner supo interpretar que el “neoliberalismo”, que él apoyó y promovió, no era la salida… discursivamente hablando.
Así cooptó a sectores progresistas. El movimiento “Patria Libre”, hoy llamado “Libres del Sur”, en 2003 señaló, en su Revista En Marcha, que “Kirchner era lo mismo que Duhalde, De la Rua y Ménem”, y por eso llamó a votar en blanco. Sin embargo, poco tiempo después, cambió de opinión y se sumó al Kirchnerismo, y hoy es una de sus fuerzas de choque junto a D´Elía –al que el Movimiento Patria Libre lo tildó como “un impresentable” en esa misma revista-.
Kirchner sabía que con su discurso de los ´90 no iba a llegar muy lejos, así que lo tuvo que adaptar a los nuevos tiempos, por temor a las brasas del Argentinazo, que aun hoy están encendidas. La anulación de las leyes del olvido, más que un triunfo kirchnerista, es un logro del pueblo luego de décadas de lucha por la memoria. Así como la derogación de la Resolución 125 no es un logro de Cobos, sino del pueblo alzado, la anulación de las leyes del punto final y de obediencia debida, tampoco es una victoria de Kirchner, sino de la perseverancia de quienes nos negamos a olvidar.
Lamentablemente, el discurso de los derechos humanos llevó a confundir a mucha gente y a muchos sectores del campo popular, y hoy estos sectores apoyan un modelo que lejos de combatir a la oligarquía, la beneficia más que nunca. Como boletín oficial, el gobierno nacional utiliza a un diario del “tan criticado” Grupo Clarín, como es Página 12, que para la campaña presidencial de Cristina recibió más de 20 millones de pesos (sólo este diario; porque el diario Clarín recibió cerca de 25 millones de pesos más).
Los juicios contra los genocidas, causa justa en manos injustas, son las banderas que hoy levanta el kirchnerismo. Sin embargo, más del 90% de los represores siguen aún como Juan por su casa, y en las distintas provincias en la cuales tienen gobernadores adictos, hay funcionarios que apoyaron la dictadura (Jujuy y Tucumán son ejemplos).
Pero el discurso de los derechos humanos se cae cuando dejamos de hablar del pasado y empezamos a ver el presente: niños y aborígenes muertos de hambre en el Chaco, Formosa, Tucumán, Salta y Jujuy. Todas provincias con gobernadores K (respectivamente: Capitanich; el eterno Gildo Insfrán; Alperovich; Urtubey; Barrionuevo –con vínculos colombianos-). Hace un mes y medio, Barrionuevo reprimía ferozmente en La Quiaca a quienes se morían de hambre.
Además, las tierras de los aborígenes del sur se siguen vendiendo como pan caliente. La ley contra la extranjerización de las tierras presentada por la Federación Agraria Argentina sigue siendo cajoneada por los Kirchner.
Pero para hablar de los derechos humanos de los Kirchner, estos sectores progresistas tristemente se olvidan de los asesinatos de Cuéllar e Ibáñez en Jujuy, brutalmente masacrados por la policía en una represión; de la ocupación del Hospital Francés por parte de la patota y la Gendarmería; de la golpiza a los trabajadores del Casino por parte de la Prefectura, para defender los intereses del oligarca Cristóbal López; de la ocupación de las escuelas por parte de la Gendarmería en los pueblos protestones de Santa Cruz; de los trabajadores presos en Las Heras; de la brutal golpiza a los trabajadores petroleros de Pico Truncado; la patoteada a los estudiantes de la UBA; la represión por el cospelazo del intendente de Córdoba, el kirchnerista Giacomino; de la Ley Antiterrorista que sancionó Néstor, por presión de Bush y el GAFI; del desalojo a los cartoneros que reclamaban por su Tren Blanco por parte de la Policía Federal –bajo el mando de Aníbal Fernández-, en connivencia con Macri; de la patota de Moreno que vive golpeando a los trabajadores del INDEC; del centenar de casos de “gatillo fácil” –o pena de muerte- que denunció la CORREPI; la represión contra los trabajadores de LAFSA; y un largo etcétera.
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Luego de la crisis de 2001, Kirchner supo interpretar que el “neoliberalismo”, que él apoyó y promovió, no era la salida… discursivamente hablando.
Así cooptó a sectores progresistas. El movimiento “Patria Libre”, hoy llamado “Libres del Sur”, en 2003 señaló, en su Revista En Marcha, que “Kirchner era lo mismo que Duhalde, De la Rua y Ménem”, y por eso llamó a votar en blanco. Sin embargo, poco tiempo después, cambió de opinión y se sumó al Kirchnerismo, y hoy es una de sus fuerzas de choque junto a D´Elía –al que el Movimiento Patria Libre lo tildó como “un impresentable” en esa misma revista-.
Kirchner sabía que con su discurso de los ´90 no iba a llegar muy lejos, así que lo tuvo que adaptar a los nuevos tiempos, por temor a las brasas del Argentinazo, que aun hoy están encendidas. La anulación de las leyes del olvido, más que un triunfo kirchnerista, es un logro del pueblo luego de décadas de lucha por la memoria. Así como la derogación de la Resolución 125 no es un logro de Cobos, sino del pueblo alzado, la anulación de las leyes del punto final y de obediencia debida, tampoco es una victoria de Kirchner, sino de la perseverancia de quienes nos negamos a olvidar.
Lamentablemente, el discurso de los derechos humanos llevó a confundir a mucha gente y a muchos sectores del campo popular, y hoy estos sectores apoyan un modelo que lejos de combatir a la oligarquía, la beneficia más que nunca. Como boletín oficial, el gobierno nacional utiliza a un diario del “tan criticado” Grupo Clarín, como es Página 12, que para la campaña presidencial de Cristina recibió más de 20 millones de pesos (sólo este diario; porque el diario Clarín recibió cerca de 25 millones de pesos más).
Los juicios contra los genocidas, causa justa en manos injustas, son las banderas que hoy levanta el kirchnerismo. Sin embargo, más del 90% de los represores siguen aún como Juan por su casa, y en las distintas provincias en la cuales tienen gobernadores adictos, hay funcionarios que apoyaron la dictadura (Jujuy y Tucumán son ejemplos).
Pero el discurso de los derechos humanos se cae cuando dejamos de hablar del pasado y empezamos a ver el presente: niños y aborígenes muertos de hambre en el Chaco, Formosa, Tucumán, Salta y Jujuy. Todas provincias con gobernadores K (respectivamente: Capitanich; el eterno Gildo Insfrán; Alperovich; Urtubey; Barrionuevo –con vínculos colombianos-). Hace un mes y medio, Barrionuevo reprimía ferozmente en La Quiaca a quienes se morían de hambre.
Además, las tierras de los aborígenes del sur se siguen vendiendo como pan caliente. La ley contra la extranjerización de las tierras presentada por la Federación Agraria Argentina sigue siendo cajoneada por los Kirchner.
Pero para hablar de los derechos humanos de los Kirchner, estos sectores progresistas tristemente se olvidan de los asesinatos de Cuéllar e Ibáñez en Jujuy, brutalmente masacrados por la policía en una represión; de la ocupación del Hospital Francés por parte de la patota y la Gendarmería; de la golpiza a los trabajadores del Casino por parte de la Prefectura, para defender los intereses del oligarca Cristóbal López; de la ocupación de las escuelas por parte de la Gendarmería en los pueblos protestones de Santa Cruz; de los trabajadores presos en Las Heras; de la brutal golpiza a los trabajadores petroleros de Pico Truncado; la patoteada a los estudiantes de la UBA; la represión por el cospelazo del intendente de Córdoba, el kirchnerista Giacomino; de la Ley Antiterrorista que sancionó Néstor, por presión de Bush y el GAFI; del desalojo a los cartoneros que reclamaban por su Tren Blanco por parte de la Policía Federal –bajo el mando de Aníbal Fernández-, en connivencia con Macri; de la patota de Moreno que vive golpeando a los trabajadores del INDEC; del centenar de casos de “gatillo fácil” –o pena de muerte- que denunció la CORREPI; la represión contra los trabajadores de LAFSA; y un largo etcétera.
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“La estrategia política del gobierno de Néstor Kirchner en materia de derechos humanos es uno de los ejes de su permanente búsqueda de legitimación. Un manejo hábilmente combinado de cooptación de referentes históricos del campo de los DDHH y de propaganda oficial disfrazada de información periodística intenta colocar a quienes denunciamos el carácter represor de este gobierno como peligrosos desestabilizadores provenientes de una izquierda calificada como siniestra”, sentenció la CORREPI en el informe sobre los derechos humanos en la Argentina en el año 2006, reiterado en 2007.
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Los Kirchner hablan desde la centro-izquierda; sus dichos y hechos se hacen cenizas ante la realidad que los humilla. Hoy hay 11 millones de personas bajo la línea de la pobreza, muy lejos de lo que señala el INDEC (que dice que son 7 millones). Entre la mentira y la memoria de ayer y de hoy: no hay peor derecha que la que se disfraza de izquierda.
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