Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

jueves, 14 de junio de 2007

El hombre ético

21° aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges
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Se confiesa: odia a los nazis. Sin embargo apoya a Onganía, un declarado admirador de Hitler, y trabaja para él. Filosofa: la muchedumbre es una entidad ficticia y aclara que las clases sociales son meras comodidades intelectuales. Aborrece las dictaduras, pero aplaude el gobierno de facto de los militares Lonardi, Aramburu -y sus sucesores-, que derrocaron a Perón, y, en sus comienzos, apoya el golpe de estado de Jorge Rafael Videla, agradeciéndole que haya sacado al país de la ignominia, diciendo además, en ese contexto, “tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”, o “El libre albedrío y la libertad son ilusiones necesarias”. A la vez, no se molesta en recibir premios literarios del régimen pinochetista. Le declara la guerra al fútbol, por ser un deporte estúpido y brutal que idiotiza a la mente. Acusa a Neruda de ser un mediocre poeta romántico a quien el comunismo había hecho un gran poeta público. Se afilia al Partido Conservador porque el liberalismo económico se acerca a su ideal de mero individualismo. Como no sabe de política, cree que no le deberían permitir votar, al igual que a todos los analfabetos. Japón es un país antiguo y civilizado, glorifica, y la Argentina es todavía un país joven y bárbaro, sentencia al igual que Sarmiento. Al asumir Viola declara: “Creo que es una torpeza haber elegido a un militar, ya que los militares son tan antipopulares aquí. Hubiera sido mucho más fácil elegir un civil y manejarlo después ¿no le parece?”. Augura que todo pasado fue mejor. Los indios y los vietnamitas se han merecido sus matanzas. Condena a la revolución cubana y reprueba el actuar del Che Guevara: Borges sólo lucha por Borges, porque así es el individualismo. Vive entre libros, pero no tiene tiempo para leer la realidad, que no anda entre páginas, pero también existe.
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Muere quejándose: “he cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Es lógico, su obra abre las puertas a la nostalgia y a una vida que no conduce a ningún camino, cual laberinto, pero nunca a la esperanza.