A esta altura se multiplican los glóbulos rojos. Los pulmones buscan en cada inhalación un pedazo de oxígeno escondido en las alturas de Los Andes. En la Puna Argentina, el desierto se impone y las montañas presumen su excelsitud. Pero a esta belleza, si algo le faltaba, era el agua. Oculto en las entrañas de las tierras salteñas, encontraron un gigantesco acuífero que revela lo que los espejismos mienten. Oro caído del suelo para los habitantes de Tolar Grande. La sed ya no debería ser un problema para ellos. Pero este mundo es así: los políticos piensan con la billetera en la mano. Este acuífero, causa de las mil guerras que vienen, está siendo explotado por la empresa canadiense Mines Argentina, a razón de 500 mil litros por hora. El agua, sin embargo, no va a parar a las bocas de los hombres que luchan por el derecho a no tener sed, y que aprendieron que a veces llueve desde abajo, sino que esta empresa la está exportando a la mayor minera de cobre del mundo: la de La Escondida, en Chile, para que el cobre se hidrate y los vasos sientan la añoranza de la aridez.
martes, 5 de agosto de 2008
Desierto y sed.
Publicadas por Nicolás Galíndez
Etiquetas: Argentina, Derechos Humanos, Medio Ambiente