(5 de agosto) Schiaretti reprimió. La Nación se venga. No es cosa nueva. Los montoneros creían que a la política había que aplicarle las mismas tácticas que a la guerra. El gobernador de Córdoba, que apoyó a su modo al campo, ante la falta de envíos de fondos de la Nación, no hizo otra cosa que lo mismo que hicieron los Kirchner: cargar sobre el pueblo las consecuencias económicas de la mala administración. Los Kirchner ya sabemos que no son santos, pero Schiaretti mucho menos. En Córdoba hay una pésima administración de los recursos, pero los Kirchner tienen que coparticipar las recaudaciones, y no lo hacen. Una actitud de Schiaretti que tal vez hubiera sido más acertada, es movilizar al pueblo de Córdoba para que el gobierno nacional envíe los fondos y no ponerse en contra de él con una ley impopular (porque le baja las jubilaciones a los nuevos jubilados –un punto que los medios de comunicación callaron-). Pero los K tampoco saben que fogonear Córdoba es otro error. La historia demuestra que lo que pasa en esta provincia, generalmente repercute a escala nacional. El pueblo, esta vez, no está ni con uno ni con otro. Ambos responden a modelos que demostraron su fracaso. Unos con un discurso, otros con otro.