Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

miércoles, 20 de agosto de 2008

De los incidentes en Córdoba.

(5 de agosto) Schiaretti reprimió. La Nación se venga. No es cosa nueva. Los montoneros creían que a la política había que aplicarle las mismas tácticas que a la guerra. El gobernador de Córdoba, que apoyó a su modo al campo, ante la falta de envíos de fondos de la Nación, no hizo otra cosa que lo mismo que hicieron los Kirchner: cargar sobre el pueblo las consecuencias económicas de la mala administración. Los Kirchner ya sabemos que no son santos, pero Schiaretti mucho menos. En Córdoba hay una pésima administración de los recursos, pero los Kirchner tienen que coparticipar las recaudaciones, y no lo hacen. Una actitud de Schiaretti que tal vez hubiera sido más acertada, es movilizar al pueblo de Córdoba para que el gobierno nacional envíe los fondos y no ponerse en contra de él con una ley impopular (porque le baja las jubilaciones a los nuevos jubilados –un punto que los medios de comunicación callaron-). Pero los K tampoco saben que fogonear Córdoba es otro error. La historia demuestra que lo que pasa en esta provincia, generalmente repercute a escala nacional. El pueblo, esta vez, no está ni con uno ni con otro. Ambos responden a modelos que demostraron su fracaso. Unos con un discurso, otros con otro.