Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

martes, 29 de mayo de 2007

A 38 años del Cordobazo.

“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, gritaban los muros de las ciudades. El mundo estaba inflamado. En la esquina de Arturo M. Bas y Boulevard San Juan cae muerto Máximo Mena. La ciudad, en un instante, cambiaría de dueños.

Onganía, un confeso admirador de Hitler, le daba riendas sueltas al liberalismo, que era más libre ahora y sin bozal ni cadenas andaba caminando por las calles, viendo a dónde mordía, viendo a dónde comía. Con nefastas leyes antilaborales, antiuniversitarias y anticomunistas, se consagró el onganiato (un régimen al servicio de los imperios del planeta, que, por las noches, con bastones largos reprimía a profesores y estudiantes). -Las universidades son caldo de cultivo de subversivos y comunistas-, se lamentaba la dictadura. Y su lamento fue oído…

Córdoba ardía, porque nunca fue de quedarse callada. Y la Docta habló: la unión obrero-estudiantil se haría cargo de la ciudad ese 29 de mayo de 1969. “Las fogatas que alumbraban las calles de Córdoba surgían desde el centro de la tierra impulsadas y encendidas por nuestra juventud estudiosa y trabajadora y que jamás se apagarían porque se nutren de la vida y de los ideales de un pueblo rebelado contra la opresión que se ejercía sobre él y que estaba dispuesto a romperlas” afirmó Agustín Tosco, secretario general del sindicato de Luz y Fuerza.

Onganía veía cómo caía su régimen ante el cordobazo, el rosariazo, el tucumanzo, el corrientazo y una serie de rebeliones que acabarían por sacarlo de su sillón tan manchado de sangre. En 1970, el sistema, con su piel de camaleón, mudaba de color: cambiaba de dictador, pero no de dictadura. Las luchas sociales embanderan la resistencia y, por un instante, el ojo del huracán se deja ver, pero sólo para advertir la tormenta que los años de plomo venían anunciando.

martes, 22 de mayo de 2007

Crónica de la Influencia.

Es 1954 en Washington. No era un día más para el futuro de un país que se vanagloria de su bondad de exportar libertades; más bien, en pocas horas Dwight Eisenhower iba despachar una orden para saciar la vanidad de su gobierno. John Forester Dulles, un efervescente anticomunista y Secretario de Estado, era el mandatario de esta decisión –aunque ideólogo y propulsor también-. Él debía ir a la Conferencia Panamericana en Boston para decidir sobe la supresión del comunismo en Guatemala.
Es 1954 en la Ciudad de Guatemala. Jacobo Árbenz había decidido un año antes llevar adelante una reforma agraria para el bienestar de su pueblo. Para eso, se había tomado en serio las declaraciones contables de la empresa estadounidense United Fruit referidas a la valuación de sus tierras. Él las iba a expropiar por el mismo valor que la empresa había establecido, en diminutos números, con el fin de evadir impuestos. John Dulles, con mirada iracunda, pedía veinticinco veces más.
En Boston, el Secretario de Estado levanta la voz y le arranca la bendición a la OEA. Desde Guatemala, el embajador John Peurifoy suelta su verdad al mundo: No podemos permitir que se establezca una república soviética desde Texas hasta el Canal de Panamá. En las Naciones Unidas, Henry Cadbot Loge, senador y representante estadounidense en este organismo, bloquea las demandas de auxilio de Jacobo Árbenz. En América, los dictadores de Nicaragua, Honduras, Venezuela y República Dominicana prestan su apoyo a la causa anticomunista. De la mano de Castillo Armas, la invasión, con la connivencia de organismos internacionales y la complicidad de muchos gobiernos, derroca a Árbenz.
Es 1954 en la Historia. John Dulles era abogado de la United Fruit y Henry Cadbot Lodge era accionista de esa empresa. La secretaria de Eisenhower, Anne Whitman, estaba casada con el Jefe de relaciones públicas de la compañía frutera. Y una larga lista de interesados en erradicar el comunismo de América son quienes aprietan el gatillo desde sus despachos para engrosar sus bolsillos[1]. Sin embargo, Jacobo Árbenz, señalado de ser una célula del Kremlin, nunca se inspiró en Lenin, sino en Abraham Lincoln. Con su reforma agraria pretendió modernizar el Capitalismo de su país.


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[1] Por ejemplo, Sam Zemurray, principal accionista de la empresa e instigador de la Operación Guatemala; Allen Dulles, también abogado de la empresa; John Moors Cabot, Secretario de Estado para Asuntos interamericanos y hermano de Thomas Cabot, presidente de la frutera; Bedell Smith, Subsecretario de Estado que luego será director de la empresa; Spruille Bradden, quien cobraba un sueldo de la United Fruit e instigó a Eisenhower para dar el golpe; Robert Hill, embajador en Costa Rica y colaborador del plan, luego director de la empresa.

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Bibliografía:
-Camacho, Santiago, Las cloacas del imperio, 2005.
-Galeano, Eduardo, Memorias del fuego, tomo 3: El siglo del viento. 1986.
-Galeano, Eduardo, Patas arriba, la escuela del mundo al revés, 1998.

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Nota: Este relato me sirvió para justificar la alteración del concepto de "comunismo" usado por EEUU para lograr sus fienes imperialistas.

martes, 15 de mayo de 2007

Crónicas de la Exclusión 1: "Derechos del Niño"

Por cada lágrima daba un paso. En ese mundo manda la calle, una reina ciega que entendió que en su reino entra cualquiera que no quiera ley, pero es ley sufrir para salir de ella. Y la calle parecía su techo y su escuela, su familia, su plato, su cuarto. Un policía lo ve solo y llorando, y lo manda al Juzgado de Menores. La jueza supo que estaba solo y llorando y lo encerró en un instituto. En el instituto creyeron que estaba solo y llorando y lo guardaron. Como seguía solo y llorando, la jueza decidió trasladarlo a otro hogar. Solo y llorando fue. Y a un tercer internado también fue. Pero como seguía solo y llorando, a la directora del hogar, 3 años después, se le ocurrió que debía hablar con el chico. Le preguntó si recordaba a algún familiar. Limpiándose las lágrimas contestó que sí. Recordó a su mamá, a su papá y a sus hermanos. Por “casualidad” se acordó dónde vivía. Por “casualidad”, durante 3 años, su mamá, su papá y sus hermanos lo buscaron por cielo y por tierra, de noche y de día, con una lágrima por cada paso, pero sólo encontraron la calle, reina ciega que juraba no haberlo visto. Por “casualidad” supo la jueza que él estaba perdido, solo y llorando, buscando su techo y su escuela, su familia, su plato, su cuarto[1].
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[1] A este texto lo escribí en base a una nota de Claudio Savoia llamada "Chicos internados, trama de interés y denuncias", publicada en Clarín, suplemento Zona, 21-11-2004.