Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Disculpe maestra, no traje el cuaderno.

(6 de septiembre) El gobierno, que hace ventriloquia a través de Aníbal Fernández (ése que una vez dijo que J.J. López debe andar en la casa de una tía), culpó a los partidos de izquierda (entre ellos al Proyecto Sur, de Pino Solanas) de provocar los incendios a los trenes de Buenos Aires. Antes, durante el conflicto agrario, había despotricado también contra distintas organizaciones de izquierda. Sin dudas es una jugada del gobierno para atraer a los sectores “progres” hacia su lado, tildando al resto de grupos violentos. El problema de los trenes lleva décadas y este gobierno, lejos de solucionarlo, lo profundiza. Hace tres años, cuando los usuarios protestaron en la estación de Haedo, ¡el gobierno también le echó la culpa a grupos de izquierda! Ahora, mediante pruebas que tendrán que explicarle a la justicia –porque no creo que estas agrupaciones se crucen de brazos viendo cómo los acusan impunemente-, intentan cambiar el eje de la discusión: la giran desde la problemática real que viven los usuarios de trenes en virtud de las privatizaciones, y la llevan a la discusión de que “esto es un complot” (hace unos meses era “un golpe”). Nuevamente la paranoia sale a la luz para negar la realidad: el problema del transporte, parece, no existe.