Una remera se repite en las calles de Santa Cruz: tiene impresa la figura de Bolivia; pero una línea bien marcada parte al medio al estado andino de norte a sur. “Mi país”, dice sobre el lado oriental del mapa, que dibuja la medialuna boliviana. Del otro lado de la frontera están los otros: los kollas, los aymaras, los pueblos originarios. De ellos no dice nada, un vacío invade la otra mitad de la geografía, porque en la nación camba siempre fueron nada o poco menos que poco los aborígenes, que invariablemente fueron la mayoría en toda Bolivia, la otra Bolivia que en la propia Santa Cruz también existe y es negada –un esclavo del Alto Parapetí no tiene derecho al voto-.
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Más de 500 años de Historia tuvieron que atestiguar Los Andes antes de ver otro indígena gobernar sus tierras. Sólo 3 años aguantó Santa Cruz ante tan desalmado acto de desposesión del sillón presidencial. Nunca antes había pasado: ¿alguien que no es de “los nuestros” gobernando el país? ¿Puede un aborigen estar preparado para esto? Si la historia de los que la escribieron nunca escribió nada sobre esta nueva historia. ¿Un indígena al poder? “Inaceptable”, afirmaron un 4 de mayo de 2008.
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“Autonomía sin collas, carajo”, grita un muro de un barrio de clase media en Santa Cruz. La Unión Juvenil Cruceña, el brazo joven de la fascista Falange Socialista Boliviana –admiradora de Hitler, Mussolini y Franco-, firma la mayoría de los graffitis autonomistas. Ellos se han armado en el noble propósito de ser la policía del pensamiento en esta nueva “gobernación”: sin tapujos, en nombre de la libertad, le pegan e insultan a todo aquel que sea morenito y no ande con banderas verdiblancas –más sospechosos son si en la mano llevan la bandera tricolor de Bolivia-. Duele ver cómo un hombre bienvestido, bienhablado, buen billetón, anda denigrando a los aborígenes, “esa peste masista”. Aparentemente, el espejo lo convenció de que su piel no es negra, como muestra el reflejo, sino del color del blanco, que es el único que sabe gobernar.
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Las tierras –el latifundio-, el petróleo, el gas, serán ahora de Santa Cruz –por así decirlo, porque son en realidad de unas pocas empresas-: Nadie gobernará en Santa Cruz más que el gobernador. Así lo decidieron unilateralmente, a espaldas de la Constitución Nacional de ahora –la vigente-, la Norma Fundamental que ellos mismos hicieron durante años de gobiernos que decían que gobernaban, y que Evo Morales quiere modificar (la nueva Constitución propone autonomías departamentales, municipales e indígenas; pero no llegan al punto de crear una “nueva nación”).
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Expresaron al mundo que el 85% le dijo sí a la autonomía. Sin menospreciar al verdadero porcentaje que dio el “ok”, y admitiendo lo que en la nación camba es una evidencia, estas “democracias” modernas nunca suman a los que no votan (un 39% del padrón, según el gobierno nacional) y a los que impugnaron el voto; a lo que hay que añadirle el “15%” que dijo “no”. Santa Cruz, como Bolivia, está dividida y desnudando una vez más los riesgos de una guerra civil; no porque una revolución lo quiera, sino porque la contrarrevolución, acostumbrada a las malas costumbres, así lo impone y lo exige. Nadie, a excepción de Estados Unidos, avaló este referéndum; ni la ONU ni la OEA. En cambio, garantizaron la transparencia la Falange Socialista, la ultra derechista Podemos, la banzerista (del dictador Hugo Bánzer) Acción Democrática Nacionalista, y el Movimiento Nacional Revolucionario –que de revolucionario no tiene nada-, del prófugo Sánchez de Lozada –escondido en EEUU-. Una joya (…fácil de vender).
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Banderas verdiblancas.
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Se enredan con el viento las banderas de barras verdes y blancas en Santa Cruz de las Sierras. Los oligarcas odian la bandera de la patria en la que viven: odian la bandera de Bolivia. Para pisarle el escudo está la suya, la del departamento, que en nombre de la propiedad privada dijeron ser únicos dueños de su suelo, que por hereje ahora está por ser yanqui. A pesar de que Evo Morales anda retrocediendo pasos en la revolución y haciéndoles concesiones a los tecnócratas, ellos siguen apelando y queriendo el estatuto autonómico, que es un eufemismo para no decir que es un estatuto separatista o independentista, que es un eufemismo para no decir que ahí va a haber un golpe de estado, por lo menos en esa Media Luna. La Iglesia ya reconoció que no se puede dialogar con los separatistas. Evo pide ayuda a la OEA y a países como Argentina, Brasil, Colombia y México, para que no se lleve a cabo el referéndum independentista del 4 de mayo. Bolivia se está partiendo: eso de la soberanía no le caía muy bien a los oligarcas cruceños.
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Dos revés para la Bolivia paralela.
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Dos Bolivias se acunan en Los Andes. Una reniega de su sangre, la otra la reivindica. La OEA acaba de denunciar al oriente boliviano, a Santa Cruz en especial, por la degradante situación de los guaraníes que trabajan en situación de servidumbre en las haciendas cruceñas de Alto Parapetí. A su vez, la ONU, a través de su enviado –Rodolfo Stavenhagen-, acaba de declarar que el referéndum separatista del 4 de mayo de Santa Cruz de las Sierras es inconstitucional y racista. Una de las disposiciones de la Carta Autonómica de este departamento señala "con orgullo su condición racial mayoritariamente mestiza".
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Un verdadero piquete de la abundancia.
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Las palabras de Cristina sí se adaptarían a la realidad Boliviana. Ahí sí que es un sector de los grandes latifundistas de Santa Cruz de las Sierras los que salieron a protestar, cortando rutas contra la política de redistribución de tierras de Evo Morales. No quieren eso. Menos todavía quieren liberar a sus esclavos indígenas. Antes prefieren mandarlos al matadero, como lo están haciendo ahora. 500 años de explotación no son suficientes para ellos. Evo ya dijo que llevará el caso a la ONU.
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