Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

sábado, 19 de abril de 2008

La imaginación al poder.

La represión intentó acallar las voces de los estudiantes, que se levantaron contra un sistema que desprecia que la imaginación llegue al poder. Nueve millones de obreros se unieron a esos reclamos, añadiendo los suyos también. “Gouvernement populaire” pedían. “En 1968 —dijo Daniel Cohn-Bendit— el planeta se inflamó. Parecía que surgía una consigna universal. Tanto en París como en Berlín, en Roma o en Turín, la calle y los adoquines se convirtieron en símbolos de una generación rebelde”. Los murales empezaron a hablar: una mano anónima escribió: “Queda estrictamente prohibido prohibir”. Y otras letras de aerosol se adaptaron a la verdad: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Y así el mundo quiso ponerse al revés.
En México eran encerrados por las fuerzas policiales en la plaza de Tlatelolco miles de estudiantes que protestaban contra el presidente Díaz Ordaz, que no tardó en abrazarlos con balazos. 300 muertos costó esa masacre estudiantil.
En Estados Unidos, Martin Luther King luchaba por los derechos civiles de los negros, mientras que miles y miles de manifestantes se concentraban en repudio de la Guerra de Vietnam.
Manifestaciones en Alemania, huelgas en Roma, primaveras en Praga, protestas en la España Franquista. El mundo quería caminar.
Y Argentina se vistió de Mayo. De Cordobazo en Rosariazo andaban los estudiantes y obreros tomando las ciudades en nombre del pueblo para combatir una dictadura que fusilaba al pueblo en nombre de la moral occidental y cristiana.
Cuarenta años se cumplen del emblemático Mayo Francés, que empezó aquel abril del 68 entronando a las ideas, que con razón criticaban a un mundo miope de realidad, y que por ser tan protestonas las fuerzas del poder mataron a sus ideólogos; pero ellas quedaron ahí, inmortales en la Historia.