11 de la noche. Es 24 de diciembre en el mundo. El sol se ocupó durante la tarde de subir la temperatura del día a 30 grados en las ciudades argentinas. El hielo de los vasos apenas dura unos pocos minutos antes de convertirse en el agua que moja las bebidas. Alguna pirotecnia explota. Nos dicen que Jesús está por nacer.
Los negocios han cerrado hace tres horas. Las ventas, con sus precios inflados, fueron abundantes y equivalentes al beneficio de los empresarios y a la pérdida del salario real de los ciudadanos. Al consumo lo confundimos con costumbre, y a las vanidades del sistema, que maquilla sus mentiras con verdades, ya la hicimos hábitos. Nos dicen que Jesús está por nacer.
Hoy llega Papá Noel, les enseñamos a los niños. Y viene del norte, como era de esperar. Trae, como fruto de las incoherencias de las imposiciones, un abrigado traje rojo. Debe haber alguna explicación: quizá sea por el frío de los vientos del verano que azotan en la época estival a esta patria asolada y desolada por el sol que raja las tierras cuando faltan las lluvias. O tal vez Santa se creyó en serio eso de que somos el patio trasero de Estados Unidos y, como ahí hace frío, se imaginó que para salir afuera debería abrigarse.
La Coca Cola ha paliado esta discusión en el sur del planeta. Como a Santa Clós le hace calor, esta empresa le regaló una buena bebida bien fría y llena de cubos de hielos que asemejan a que con ella todo refresca, aun cuando se mantiene en su figura esas barreras de algodones contra el frío. Mientras, San Nicolás arde en su tumba. Y dicen que Jesús está por nacer.
Los chicos esperan que baje el Viejo Pascuero por las chimeneas. Tienen la precaución de fijarse que ella no esté encendida para que él no se queme. Pero no, es imposible que las estufas estén prendidas: ¡hacen, de noche, 28 grados de calor! Y hay quien se enoja cuando uno discute que no hay que acostumbrarse a estas costumbres.
Pero hay más. Esperamos que Santa llegue en un trineo. A lo mejor en Bariloche o en Ushuaia aún quede un poco de hielo blanco en los cerros. Luego bajará por la chimenea y dejará los regalos en un pino lleno de nieve artificial, bien al estilo del Rockefeller Center. Así se siente a gusto. Para esperarlo, comemos turrones, nueces, chocolates, mazapán, almendras, pan dulce, kilos de lechón, pollos o pavos, litros de alcohol y un gran banquete lleno de calorías muy adecuadas para que todos podamos soportar el crudo invierno europeo o norteamericano. Porque, es sabido, es común que todos los años cualquier latino se prepare de esta forma para vacacionar en Nueva York, París, Praga, Londres, Ottawa o Roma.
Tenemos la virtud de que nos impongan costumbres y amoldarnos a ellas. Los católicos nos dicen que Jesús está por nacer, pero muchos se olvidaron de él. La Coca Cola inventa personajes como la imagen de Papá Noel para poder vender sus productos, llegando por ella al público para que consuma sus gaseosas, y hoy este personaje ya es la incuestionable imagen de la Navidad. Mientras, en el calendario gregoriano se festeja el nacimiento del Hijo de Dios multiplicado por dos: el 25 de diciembre y el 1 de Enero (Navidad quiere decir natividad, nacimiento: el de Jesús; en cuanto al Año nuevo, no caben dudas de que los años se cuentan desde el nacimiento de Cristo).
Es 24 de diciembre en algún lugar de América; quizás Vilcabamba. Un indígena vio cómo se ocultaba el dios sol tras las montañas. Encendió una fogata. Miró al cielo con los ojos empapados y la diosa luna lo iluminaba. En el fondo, fuegos de colores decoraban la noche. Recordó las palabras que pregonó Tupac Amaru antes de morir: “volveremos y seremos millones”. Y se fue a dormir. En junio, durante el Inti Raymi, culminará su celebración pidiéndole a su deidad: ¡Multiplicad los pueblos! ¡Dejad que vivan en paz!. Y no habrá fuegos artificiales, ni grandes agasajos ni atracones, ni luces en los árboles, ni consumidores, ni santas.
Hace más de 500 años comenzaba la extinción de los pueblos originarios de América. Una religión foránea, en nombre de su Dios, los exterminaba. ¿Quién va a negar que culpa de eso hoy la gran mayoría de la población americana es católica? ¿Alguien se acuerda de los festejos en conmemoración de Inti, de Viracocha, de Itzmná, Quetzalcóatl, y un largo etcétera de dioses extintos? Consecuencias del lenguaje impuesto en estos democidios y teocidios: esos eran mitos; los vigentes son religiones. Es sólo Jesús el que nació con vida. El resto murió al tratar de ejecutar la blasfemia de vivir. En el sur debieran haber navidades. Así, en plural.
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NG 24/11/05