Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Juráis por Dios y por la Patria...

Si así no lo hiciereis, que la impunidad no os lo demande. No acusamos síndrome de Estocolmo ante estos secuestradores de lo nuestro. Cristina, Néstor, Julio y Eduardo. La que es, el que fue, el segundo y el tercero. Maravillosa foto de la indiscreción. Perpetua y sublime; tristemente demagoga. Archivo de la historia de una unión que perdurará por lo siglos de los siglos, amén. Cuadro frenético del oscurantismo de un país en el que los gobernantes se amparan en inmunidades y privilegios mitad feudales, mitad ficción. Eminente receta embaucadora y halagüeña que otorgaron, en complicidad, los constituyentes modernos, para hacer y deshacer con los negocios del Estado lo que el ocio de los políticos decida. Ilustrado mandato de una minoría, jamás escuchado en los tribunales del cielo. Al mismo tiempo, más cerca del infierno que de la tierra, andan los trabajadores pidiendo por el pan y los peces. Santo Evangelio que en tu nombre han jurado y perjurado. Maldita Patria, sedienta de presupuestos para todo, que pide de todo para no perder el techo, el plato, ni la cordura de la bronca de tener bronca ante la hipoacusia de quienes sólo usan la boca para morder y los ojos para mandar a cegar, disparar y llorar ante una canción de protesta y memoria. ¡Mero histrionismo y elocuencia adulona! Todavía están desaparecidos los desaparecidos y, también todavía, la mayoría de los señores del plomo trajinan en sus casas con miradas de sombras, bien tapados bajo la manta de una lista fotofóbica. Aún andan miles y millones levantando el velo de unos números comprados a menor precio del que realmente salieron. Desesperanza de una fórmula mal criada, mal regada, mal teñida de progresos. Que Dios y, en su seguro defecto, la Patria y la Historia os lo demanden.