Mientras el gobierno insta, por confusión del intérprete del comunicado, al Papa a bajar a un dígito el número de Bendicto que es, la papa sigue firme en su precio en euros. “Continuaremos con este sistema”, dijo Cristina ante una televisión que repite las cifras electorales de la Señora: 45% de los votos. Pero, ¿por qué no sacan las cuentas contando el total de la personas en condiciones de votar? Bendita democracia, que se olvida de los votos bronca, que fueron la tercera fuerza nacional, después de Carrió. Cristina, en verdad, sacó el 31% de los sufragios, con la ayuda y los arreglos que tuvo con los caudillos de los municipios bonaerenses y de las provincias. O sea, hay un 69% del electorado que no votó la política kirchnerista.
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La derecha se hundió, por simple lógica del propio peso de su mano dura: Sobisch, del 100% que propagandeó, y de los millones de pesos que gastó, pasó al 1% (habría que sacar cuentas para ver cuántos pesos gastó por cada voto ganado; los resultados nos sorprenderían). El peronismo nostálgico de la era precámbrica menemista de los dinosaurios, encabezado por el Saaurio Adolfopitecus, no llega al 10%. En la provincia de Buenos Aires, Blumberg, candidato a gobernador, arañó el medio punto.
Parte de la izquierda presentó sus candidaturas testimoniales, que, como es lógico en virtud del aparato que bajan los grandes partidos que tienen el patrocinio de los monopolios y las empresas extranjeras y la gran burguesía, sacó muy pocos votos y dividió a su electorado en seis. Quizá el avance más importante lo realizó Pino Solanas, que en muy pocos meses realizó una elección aceptable (con el 6% en la Ciudad de Buenos Aires).
Como se anticipó aquí, Cristina perdió en los grandes centros urbanos del país (Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata, etc.). El fraude electoral en la provincia de Córdoba el pasado 2 de septiembre provocó un evidente rechazo hacia los domadores de números: en el mediterráneo ganó Lavagna. En Jujuy, el cártel colombiano, que apoya a Kirchner, tiene la gobernación “asegurada”, pero perdió en San Salvador, su capital. Gildo Insfrán hace en Formosa, su provincia, lo que quiere, mientras cientos de indígenas mueren de inanición (K lo bendice). Si bien el Kirchnerismo se quedó con su patio trasero, Santa Cruz –fuente de incansables luchas reivindicativas en los últimos años- su candidato bajó 35 puntos con respecto a las elecciones pasadas, evidenciando un notable debilitamiento de su poder, pero que, sin embargo, no ha sido derrotado todavía.
En las elecciones parlamentarias de 2001, más de 10 millones de personas votaron bronca. Poquitos meses después, ese mismo año, Cavallo se iba por la puerta trasera y De la Rúa sacaba pasajes en helicóptero para nunca, para nunca más volver! El 19 y 20 de diciembre de ese año, el pueblo demostró que puede gobernar a pesar de sus representantes, desafiando los lineamientos de una Constitución que avala el poder para unos pocos. Cuando Perón fue proscripto, él llamó a votar en blanco en 1963, y así fue. Ascendió al poder un gobierno deslegitimado en las urnas: el de Arturo Illia, que luego fue derrocado por el facista Onganía. Todo esto demuestra que el voto en blanco, el no voto o el voto impugnado, no es eso que andan diciendo: que beneficia al que va primero. Es una herramienta de unión de las clases populares contra el poder gobernante y contra las clases dominantes opositoras que se pelean por él, para así lograr un verdadero desgaste y una auténtica deslegitimación de su régimen (que propone una oferta de candidatos que no convencen a nadie, o a muy pocos). Más de 4 millones votaron con bronca en las presidenciales de este año (superando en 2 millones a los votos bronca de las presidenciales de 2003). Muchos otros votaron al menos peor, que no los convence, dividiéndose en distintos sectores. Ante todo ello, da fe la izquierda electoralista de la existencia de este circo. Es así que en estas condiciones, a mi no me dieron el vuelto de los $0,005 centavos que no pagué por no ir a votar. Mientras en la Argentina esto siga así, considero al voto bronca como la mejor salida.
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La derecha se hundió, por simple lógica del propio peso de su mano dura: Sobisch, del 100% que propagandeó, y de los millones de pesos que gastó, pasó al 1% (habría que sacar cuentas para ver cuántos pesos gastó por cada voto ganado; los resultados nos sorprenderían). El peronismo nostálgico de la era precámbrica menemista de los dinosaurios, encabezado por el Saaurio Adolfopitecus, no llega al 10%. En la provincia de Buenos Aires, Blumberg, candidato a gobernador, arañó el medio punto.
Parte de la izquierda presentó sus candidaturas testimoniales, que, como es lógico en virtud del aparato que bajan los grandes partidos que tienen el patrocinio de los monopolios y las empresas extranjeras y la gran burguesía, sacó muy pocos votos y dividió a su electorado en seis. Quizá el avance más importante lo realizó Pino Solanas, que en muy pocos meses realizó una elección aceptable (con el 6% en la Ciudad de Buenos Aires).
Como se anticipó aquí, Cristina perdió en los grandes centros urbanos del país (Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata, etc.). El fraude electoral en la provincia de Córdoba el pasado 2 de septiembre provocó un evidente rechazo hacia los domadores de números: en el mediterráneo ganó Lavagna. En Jujuy, el cártel colombiano, que apoya a Kirchner, tiene la gobernación “asegurada”, pero perdió en San Salvador, su capital. Gildo Insfrán hace en Formosa, su provincia, lo que quiere, mientras cientos de indígenas mueren de inanición (K lo bendice). Si bien el Kirchnerismo se quedó con su patio trasero, Santa Cruz –fuente de incansables luchas reivindicativas en los últimos años- su candidato bajó 35 puntos con respecto a las elecciones pasadas, evidenciando un notable debilitamiento de su poder, pero que, sin embargo, no ha sido derrotado todavía.
En las elecciones parlamentarias de 2001, más de 10 millones de personas votaron bronca. Poquitos meses después, ese mismo año, Cavallo se iba por la puerta trasera y De la Rúa sacaba pasajes en helicóptero para nunca, para nunca más volver! El 19 y 20 de diciembre de ese año, el pueblo demostró que puede gobernar a pesar de sus representantes, desafiando los lineamientos de una Constitución que avala el poder para unos pocos. Cuando Perón fue proscripto, él llamó a votar en blanco en 1963, y así fue. Ascendió al poder un gobierno deslegitimado en las urnas: el de Arturo Illia, que luego fue derrocado por el facista Onganía. Todo esto demuestra que el voto en blanco, el no voto o el voto impugnado, no es eso que andan diciendo: que beneficia al que va primero. Es una herramienta de unión de las clases populares contra el poder gobernante y contra las clases dominantes opositoras que se pelean por él, para así lograr un verdadero desgaste y una auténtica deslegitimación de su régimen (que propone una oferta de candidatos que no convencen a nadie, o a muy pocos). Más de 4 millones votaron con bronca en las presidenciales de este año (superando en 2 millones a los votos bronca de las presidenciales de 2003). Muchos otros votaron al menos peor, que no los convence, dividiéndose en distintos sectores. Ante todo ello, da fe la izquierda electoralista de la existencia de este circo. Es así que en estas condiciones, a mi no me dieron el vuelto de los $0,005 centavos que no pagué por no ir a votar. Mientras en la Argentina esto siga así, considero al voto bronca como la mejor salida.
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