Juan Carlos Tierno se llama el intendente de la capital pampeana. El "loco" lo llaman algunos; el "sheriff", otros. Pero de "tierno" no tiene nada. El pueblo se levantó en su contra. La ultra derecha replicó diciendo que ahora tienen un jefe comunal como la gente. ¿Como la gente o contra la gente? Aumentó el presupuesto municipal por decreto -creando dos nuevos impuestos y subiendo un 49% los existentes- (eso es función indelegable del Consejo Deliberante) , pone multas a quienes tengan dos o más perros, prohíbe severamente a los niños andar en bicicletas y transformó a la ciudad en un Estado Policial que llena sus arcas con las multas infladas hasta un 1000%. No es función de una municipalidad, y es inconstitucional, establecer multas para recaudar. Ahora llama subversivos a todos aquellos que vayan a las marchas en su contra. Esos "usos", ¿no los vimos en la dictadura? Cuando fue ministro de Justicia y Seguridad del gobierno de Carlos Verna, aplicó la política de la Tolerancia Cero, intolerable secuela del darwinismo social, que porovocó innumerables denuncias de brutalidad policíaca contra menores de edad, periodistas, trabajadores y militantes políticos. Tierno utilizó un eufemismo para ocultar los apremios ilegales: fueron "daños colaterales", dijo. Pero la mano dura es impiadosa: se extiene hasta sus más allegados, pues en los 80 fue acusado de golpear a una mujer. El pueblo, ojos abiertos, se levantó contra este aprendiz de Giuliani, haciéndolo renunciar. Ahora, como intendente, creó de facto una policía municipal a su servicio. Reniega del arte y del pensamiento, por lo que ocupó el edificio de un centro cultural transformándolo en oficinas administrativas. Con gran desprecio hacia los argumentos sociológicos, piensa que es ilegal lavar parabrisas en las esquinas, hacer malabarismos o protestar, por lo que los echó a todos de las calles. Queda prohibido prohibir, decían los manifestantes del Mayo francés. De eso se hacen eco quienes llenan las calles en plena tormenta de Santa Rosa.