De hambre muere el hombre, mientras algunos pocos se nutren con sus negociados. En la economía del sálvese quien pueda, sólo los ricos pueden. La mayoría de la población, los despreciados por las estadísticas, entran en guerras por las migajas, que es la dieta de los pobres. Los grandes empresarios se benefician con un sistema económico hundido en la monarquía de la ley de la oferta y la demanda, soliloquio bendito de los pudientes que condena a los miserables a las cadenas del pauperismo.
El dólar se devalúa en el mundo, pero en esta Argentina que dice tener un peso libre, la moneda norteamericana está atada al precio que los dueños del país quieren (un dólar es igual a tres pesos y centavos). Desde la devaluación del peso en 2002, hasta hoy, la cotización de todos los productos en el mercado subió hasta alcanzar la cara de Washington. Lo que antes salía dos, ahora sale seis. En otros casos, el caos económico se apoya en el euro, y lo que antes costaba dos, ahora cuesta ocho (un euro es igual a cuatro pesos y muchos centavos). Y en alza. La internacionalización de los precios en nada beneficia al pueblo, pues siguen cobrándonos en dólares las materias y los productos que las empresas, muchas de ellas extranjeras, hacen con el trabajo de los argentinos, a quienes le siguen pagando en pesos (el sueldo real bajó, a pesar de los aumentos en el sueldo nominal –o sea, los precios de los productos subieron tanto, que el aumento de los sueldos no llegó a igualarlos-), por lo que la capacidad adquisitiva viene en picada para la mayoría. El dólar alto sólo beneficia a los exportadores. Ellos, la mayoría de las veces, abastecen al mercado interno en tanto y en cuanto el mercado interno pague a precio de dólar o de euro. Y esto es una atrocidad.
Los productos esenciales para la vida humana, por ley humana y no de los mercados, deben estar exentos de la dictatorial oferta y demanda. Ni el pan ni el agua, ni la carne ni la leche, entre otros, pueden seguir estando a precio de dólar. Es necesario que el Estado tome medidas que obligue a las empresas a abastecer el mercado interno con productos de calidad antes que llevarse todo del país y dejarnos las sobras. A estos productos de calidad se lo deberá vender, en este sistema, a un precio razonable, accesible, fijo y exento de toda especulación. Así, será prioridad, en este granero del mundo, darle de comer a los argentinos, que mucho padecen, antes que beneficiar a unos pocos empresarios que prefieren vender al exterior, desabastecer el mercado interno y elevar, así, los precios hasta que sea rentable vendernos a nosotros a un costo internacional (ellos bajan la oferta y suben los precios hasta donde quieren).
Así también el petróleo, lo poco que nos queda, debe tener un precio nacional. Nuestros recursos esenciales y estratégicos siguen estando en manos de empresas privadas, que después de años de menemismo y kirchnerismo han invertido casi nada en exploración, a pesar de que mucha plata han ganado. En este Estado privatizador, recién a fines del año pasado la Panamerican de los Bulgheroni (una empresa anglo-rusa) dice haber encontrado un yacimiento de petróleo en nuestra Patagonia. Lo notable de esta “inversión energética” de la que tanto habló el país, es que YPF, antes de ser Repsol, ya tenía noticias de este campo petrolero. Lo único que hicieron fue sacar a la luz informes de la ex empresa estatal. Descubrieron algo que ya estaba descubierto. De todas formas, ya están arreglando con los Kirchner los dividendos. Al Estado, migajas. Por ello, un verdadero gobierno al servicio del pueblo deberá re-estatizar el petróleo, el gas y las minas. Así podrá emprender exploraciones sobre la inexplorada plataforma continental del Mar Argentino (incluido el de las Islas Malvinas) en busca de yacimientos. Ninguna indemnización deberá entregar el estado argentino por ello (que estas empresas se sientan ya pagadas por años y años de saqueo; es más, deberían pagarnos a nosotros por todo lo que se han llevado a precio vil).
Sí, será necesario luchar contra los medios de comunicación al servicio del status quo y contra este gran poder oligárquico que gobierna la Argentina. Pero no se alimentarán más de migajas los hijos de los ninguneados, de los anónimos, de los que andan allá en las villas tratando de sobrevivir. Quedará para siempre en la memoria, como una oscura historia, la era del darwinismo económico.
El dólar se devalúa en el mundo, pero en esta Argentina que dice tener un peso libre, la moneda norteamericana está atada al precio que los dueños del país quieren (un dólar es igual a tres pesos y centavos). Desde la devaluación del peso en 2002, hasta hoy, la cotización de todos los productos en el mercado subió hasta alcanzar la cara de Washington. Lo que antes salía dos, ahora sale seis. En otros casos, el caos económico se apoya en el euro, y lo que antes costaba dos, ahora cuesta ocho (un euro es igual a cuatro pesos y muchos centavos). Y en alza. La internacionalización de los precios en nada beneficia al pueblo, pues siguen cobrándonos en dólares las materias y los productos que las empresas, muchas de ellas extranjeras, hacen con el trabajo de los argentinos, a quienes le siguen pagando en pesos (el sueldo real bajó, a pesar de los aumentos en el sueldo nominal –o sea, los precios de los productos subieron tanto, que el aumento de los sueldos no llegó a igualarlos-), por lo que la capacidad adquisitiva viene en picada para la mayoría. El dólar alto sólo beneficia a los exportadores. Ellos, la mayoría de las veces, abastecen al mercado interno en tanto y en cuanto el mercado interno pague a precio de dólar o de euro. Y esto es una atrocidad.
Los productos esenciales para la vida humana, por ley humana y no de los mercados, deben estar exentos de la dictatorial oferta y demanda. Ni el pan ni el agua, ni la carne ni la leche, entre otros, pueden seguir estando a precio de dólar. Es necesario que el Estado tome medidas que obligue a las empresas a abastecer el mercado interno con productos de calidad antes que llevarse todo del país y dejarnos las sobras. A estos productos de calidad se lo deberá vender, en este sistema, a un precio razonable, accesible, fijo y exento de toda especulación. Así, será prioridad, en este granero del mundo, darle de comer a los argentinos, que mucho padecen, antes que beneficiar a unos pocos empresarios que prefieren vender al exterior, desabastecer el mercado interno y elevar, así, los precios hasta que sea rentable vendernos a nosotros a un costo internacional (ellos bajan la oferta y suben los precios hasta donde quieren).
Así también el petróleo, lo poco que nos queda, debe tener un precio nacional. Nuestros recursos esenciales y estratégicos siguen estando en manos de empresas privadas, que después de años de menemismo y kirchnerismo han invertido casi nada en exploración, a pesar de que mucha plata han ganado. En este Estado privatizador, recién a fines del año pasado la Panamerican de los Bulgheroni (una empresa anglo-rusa) dice haber encontrado un yacimiento de petróleo en nuestra Patagonia. Lo notable de esta “inversión energética” de la que tanto habló el país, es que YPF, antes de ser Repsol, ya tenía noticias de este campo petrolero. Lo único que hicieron fue sacar a la luz informes de la ex empresa estatal. Descubrieron algo que ya estaba descubierto. De todas formas, ya están arreglando con los Kirchner los dividendos. Al Estado, migajas. Por ello, un verdadero gobierno al servicio del pueblo deberá re-estatizar el petróleo, el gas y las minas. Así podrá emprender exploraciones sobre la inexplorada plataforma continental del Mar Argentino (incluido el de las Islas Malvinas) en busca de yacimientos. Ninguna indemnización deberá entregar el estado argentino por ello (que estas empresas se sientan ya pagadas por años y años de saqueo; es más, deberían pagarnos a nosotros por todo lo que se han llevado a precio vil).
Sí, será necesario luchar contra los medios de comunicación al servicio del status quo y contra este gran poder oligárquico que gobierna la Argentina. Pero no se alimentarán más de migajas los hijos de los ninguneados, de los anónimos, de los que andan allá en las villas tratando de sobrevivir. Quedará para siempre en la memoria, como una oscura historia, la era del darwinismo económico.