Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

viernes, 27 de abril de 2007

Primero de Mayo

Es sábado 1 de mayo de 1886 en Chicago. Era un día ordinario de trabajo en la segunda ciudad más importante de EEUU, pero las fábricas amanecieron vacías, los almacenes cerrados y las obras paradas. El movimiento obrero había decidido ir a huelga a partir de ese día. Ocho horas laborales, pedían los trabajadores por el bien de su salud. La vida de las industrias era incompatible con la vida de los obreros: los minutos de aquélla, eran los días de los últimos. Y fueron los últimos días.

La huelga se prolonga 3 días más, al igual que la reprimenda. Una manifestación enfrenta al gobierno y a la oligarquía en la Plaza Hayrmarker, bajo el lema: ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa. La reducción de la jornada laboral debe ser un hecho, les guste o no. Y a los poderosos no les gustó: el vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo. El bobo no piensa ni pide. El bobo sólo trabaja. La represión es el medio que educa a las masas, argumentan falazmente los gobernantes.

Explota una bomba y muere un policía. La policía reprime, mata, disfruta y vuelve a matar. Encarcela a varios manifestantes culpándolos de la bomba. Un juicio injusto, sin pruebas, sin derechos, sin imparcialidad, condena a muerte a cinco líderes de la revuelta: Albert Parsons, Auguste Spies, Adolph Fischer, Georg Engel y Louis Linng. La sentencia es contundente: hay que ahorcarlos por anarquistas y socialistas, y no por la muerte del policía (quizá porque nunca fue comprobada la culpabilidad de los trabajadores; se estima que la bomba fue puesta por la misma oligarquía para provocar la reacción del brazo armado del poder). En la horca, Hessois Auguste Spies, grita la verdad: “la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Los comerciantes, aliviados, brindan. La prensa aplaudía la condena a muerte: "Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos… gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa… que buscan una jornada de ocho horas, delirio de lunáticos poco patriotas".

Nacía un recién nacido que es parido todos los años: en 1889 la Segunda Internacional –Organización de Socialistas y Comunistas- declara inmortales a los muertos de Chicago. El primero de mayo es día de lucha de todos los trabajadores del mundo. Pero EEUU tiene memoria débil y olvida el pasado para que el futuro no recuerde: sorprendentemente, no se conmemora el primero de mayo en ese país.

Es 2006 en todo el Mundo. La jornada de ocho horas sigue siendo, bajo la manta que la ley intenta esconder, cuestión de privilegiados. El régimen, con su trabajo en negro, boca de leones y lobos, necesita alimentarse de las miserias que llevan a la inanición a las personas. Muchas horas de trabajo están cotizadas a pocos pesos en el estado de mercado. Y son muchas las horas obligatorias las que se imponen como requisito indispensable para no morir de hambre. Contradicción del liberalismo: se necesita más dinero en los salarios para consumir, y menos dinero en los salarios para producir y competir.
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El hambre y el hombre: sinónimos de clase.