A los maestros no les pagan: les pegan. A los maestros no los escuchan, los ejecutan. Ni olvido ni perdón fue lo que repetimos hace apenas una semana, pero la sordera anda con garrotes y balas y hay policías y funcionarios que confunden el orden con la orden de los gobernantes. -¿Vamos a hacer cumplir la ley y la Constitución o vamos a consentir la anarquía?-, dijo Jorge Sobisch en Crónica TV para justificar el desalojo de la ruta. Parece que Sobisch desconoce el derecho a huelga que consagra la misma Constitución que él dice proteger, o el derecho a una vida digna, o a un salario digno, o a no tener hambre, o a una educación verdaderamente pública. Entonces, ¿hasta qué punto no se puede aceptar un derecho a la resistencia si hay violaciones sistemáticas a estos derechos humanos? Este verano el gobernador neuquino, que reparte el pan y los peces entre quienes tienen molinos y yates, gastó 500 millones de pesos en la costa atlántica para su campaña presidencial, pero no tiene plata para invertir en educación y salarios. Qué futuro tendría una Argentina sobischista si la represión, que castiga a los castigados, parece ser el medio que educa a las masas para que acaten el orden –que para él no es otra cosa que su orden-, un orden donde el derecho a pedir es transformado y trastornado en el delito de pedir y es tan injuriado como el derecho a ser que tienen los excluidos; un orden que miente la realidad y declara en propagandas nacionales a Neuquén como la provincia que más ha crecido en el país, cuando sus propios maestros y estudiantes no opinan lo mismo.
-Hay un camino que habría salvado la vida del maestro trágicamente fallecido-, afirma Mariano Grondona en el diario La Nación del día 8 de abril: “que los neuquinos hubieran sabido de antemano que las fuerzas del orden de la provincia, actuando en entero acatamiento a la ley, no permitirían los cortes de rutas y de calles, cuidando así, con respeto y mesura, el orden público”. Leyendo entrelíneas el artículo de este desestimado periodista, no puedo llegar a otra conclusión de que La Nación debe admitir su Fe de Erratas: todo lo anterior debe ser leído de la siguiente “setentosa” manera: “por algo será”, “por meterse”. Para estos señores tan bienhablados, tan bienvestidos, tan malnacidos, quien siembra protesta cosecha su muerte y no dudarían en parafrasear: dime con quien andas y te señalaré. Ni olvido ni perdón fue lo que dijimos la semana pasada. Lo decimos ahora. Repitan y aprendan alumno Grondona y alumnos de La Nación.
Carlos Fuentealba, maestro de los pobres del barrio neuquino Cuenca XV, es otra víctima de la brutalidad, de la intolerancia, del conservadurismo de esta derecha que habla de derechos y orden mientras manda a la calle a un policía dos veces condenado por la justicia penal por violar los derechos y el orden. Carlos Fuentealba ha muerto en la lucha, y cada día está más vivo. Las tizas, como los lápices, siguen escribiendo.
Nicolás Galíndez
8 de abril de 2007