Suavecito para abajo, para abajo, para abajo...

¿Qué dirá Fukuyama? ¿Cuál será el Fin de la Historia? Cayó el muro y el capitalismo se encargó de levantar los suyos. Se derrumba en este ciclo un modelo mundial. El seno mismo del capitalismo financiero tambalea con su propia medicina; la misma que durante años nos recetó a los países que nacimos en el tercero de los mundos. Se escuchan voces desde Francia sobre cómo reformular el Capitalismo. Keynes se levanta de la tumba y da algunas indicaciones. Algunos creen que lo entienden. ¿Podrá Keynes? ¿El pueblo estadounidense se encargará de barrer los platos rotos que la especulación financiera privada produjo en Wall Street? ¿Cuántos bancos más se desbancan y caen? ¿Efecto Jazz, Cristina? Los negros pobres y marginados que lo crearon seguramente estarán orgullosos de darle el nombre a una explosión económica que le es ajena.

Un juez y un presidente entendidos en entendimiento humano.

Terminaba el partido de Gimnasia de Jujuy con Argentinos Juniors. –Bolivianos-, le grita el árbitro, Saúl Laverni, a los jugadores del club jujeño que le protestaban. El juez, muchas veces, para no parar en Jujuy por “incomodidad”, se aloja a 100 kilómetros, en Salta, “que tiene vida nocturna”. Un año antes, Laverni, frente a Independiente, le dijo a un jugador jujeño que rezongaba: -cállese, juegue, son bolivianos-. De los dichos del juez se entera el presidente del club, Raúl Ulloa (hermano de Néstor Ulloa, el ex presidente del Fideicomiso Banco Nación, enrolado en el escándalo del caso Skanska). Ulloa lo increpa al árbitro en pleno campo de juego: –no voy a permitir que aquí me llamen boliviano-. Uno se creyó muy vivo intentando humillar, el otro, el defensor de causas perdidas, reconoció la “bajeza” a la que lo asemejaban y así respondió. Ambos estaban convencidos que ser boliviano es un insulto. Como en España, si nos llaman “sudacas”… con todo orgullo.

jueves, 26 de julio de 2007

Tras las huellas del Neo-positivismo (3° parte: Darwinismo social y eugenesia)

Fue entonces cuando muchos no lo dudaron: había que sanear al mundo del cáncer que azota a la especie humana. La raza indigna, pecado natural de pobres, negros, gauchos e indígenas, debía extinguirse. Darwinistas sociales y eugenecistas proponían el método:
* Los primeros estaban convencidos de que había que permitir que la naturaleza siga su curso, de modo que los elementos nocivos de la sociedad desaparezcan con el tiempo. Herbert Spencer (1820-1903), por ejemplo, sostenía que el Estado no debía interferir en el proceso de selección natural, que da el poder a los hombres más fuertes y mejor dotados. Así, a través de la competencia libre, la sociedad evolucionaría hacia la prosperidad y libertad individuales, y se formulaba una teoría que ofrecía la posibilidad de clasificar a los grupos sociales según su capacidad para dominar la naturaleza: las personas que alcanzaban riqueza y poder eran consideradas las más aptas, mientras que las clases socioeconómicas más bajas eran, por desgracia de la esencia humana, las menos capacitadas. Esta teoría, eco de las voces dominantes, fue utilizada como base filosófica del imperialismo fascista, el racismo y el capitalismo a ultranza.
* los segundos, que son una especie dentro de los primeros, sostenían la noción de que la planificación cuidadosa a través de una educación adecuada era la clave para mejorar la sociedad. Pero obviamente, existían los inadaptables, que por el bienestar de los “adaptados” –la raza aria- y por facilismo, siempre son los más, y para quienes era innecesaria cualquier ayuda social como la educación. Adolf Hitler y sus aliados adoptaron este concepto para exterminar millones de judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y prisioneros políticos, en la masacre del Holocausto.