Hoy se está comparando a este gobierno con el de Chávez o Evo Morales. Sin embargo, existen grandes diferencias entre el argentino y el de Venezuela o Bolivia que hacen excluir al facilismo intelectual con el que muchos asimilan a estos gobiernos. Con sólo decir que los dos últimos son socialistas (muy influenciados por teorías marxistas –lo que no quiere decir que lo sean-) y el primero es capitalista de la rama del keynesianismo (por lo menos en los dichos). Ahí ya hay una diferencia bastante profunda entre estos gobiernos. Así, ellos nacionalizan los recursos naturales, el argentino, no (los “regaló” hasta 2047; o sea, cuando se agoten las actuales reservas –muy poco se está invirtiendo en exploraciones, en especial en el Mar Argentino, donde no se las hacen-; o mantiene la entreguista ley de Minas de Ménem).
Por otra parte, creo que la realidad de la crisis es tremendamente compleja como para resumirla en el dicho kirchnerista “son todos oligarcas”, o lo que dice el gobierno “están con la Sociedad Rural o con nosotros, un gobierno popular”. Más de una vez Buzzi, de la FAA, dijo que no los une el amor, sino el espanto. La realidad es la siguiente. El gobierno, al subir las retenciones, golpeó a todos por igual: a grandes, a medianos y a pequeños productores. A todos les retuvo lo mismo. Lo que no hizo es hacer una diferenciación de las retenciones: retenerle más a los grandes productores y menos a los pequeños. Con esto, estoy dejando en claro que las retenciones son necesarias, pero no de esta forma, porque, al fin y al cabo, termina beneficiando a la misma oligarquía que dice combatir. Y es aquí donde salta el doble discurso de los Kirchner. A la oligarquía, le jode que le toquen el bolsillo, pero igual tienen mucha rentabilidad. De hecho, Kirchner tiene grandes amigos sojeros y oligarcas: Urquía, dueño de la todopoderosa aceitera General Deheza, es senador nacional por el Frente para la Victoria. El año pasado, por un proyecto que el mismo Urquía presentó, le pusieron a su empresa una aduana propia. Con el gobierno de Kirchner, Urquía pasó de tener 50 mil hectáreas, a 200 mil. Grobocopatel, otro amigo de Kirchner (incluso lo llevó a Venezuela), tenía antes de los K 15 mil Ha. Ahora tiene 150 mil Ha. Cresud, del kirchnerista Elzstain pasó de tener 200 mil Ha a tener 600 mil Ha con los Kirchner. Durante el gobierno de Kirchner en Santa Cruz, se realizó el traspaso de tierras de la corona inglesa a Benetton, el mayor terrateniente de la argentina, quien tiene ahora más de un millón de Ha en el país y paga cero pesos de impuestos en los pagos del kirchnerista Das Neves (Chubut). O sea, la oligarquía con los Kirchner tiene muy buena salud y con ellos concentraron aún más sus riquezas. Los K vienen durmiendo en el Congreso la ley que impide la extranjerización de las tierras (se han extranjerizado en los últimos tiempos 17 millones de hectáreas).
Fue entonces cuando, de alguna manera, tuvieron que reconocer que se estaba perjudicando a los pequeños productores. “Crearon” así –por así decirlo- los reintegros. Cuántos productores siguen esperando los de años anteriores. En virtud de eso, sólo 150 productores se anotaron desde la fecha de la “creación”. Ya están acostumbrados a estos “discursos”. Lo lógico es hacer de entrada diferenciaciones en las retenciones. Con esto, muchos pequeños productores pueden terminar liquidados. Además, es notable como el gobierno utiliza los planes sociales como un sistema de premios y castigos para aquellos que le presten apoyo o no. De la misma forma, vale decir, utilizarán esos “reintegros” (que hasta la bancada kirchnerista dice que hay que mejorar). Y es ahí donde sale otro punto débil del gobierno. Éste sale a decir que las tierras de estos productores están sobrevaluadas. ¿Qué quieren decir?: ¿que las vendan? Es cierto que tienen un precio alto, pero si es así, ¿quiénes son los únicos en estado de comprarlas? Volvemos a los mismos: Urquía, Grobocopatel, los Braun Menéndez, los Menéndez Behety. Este último maneja el comercio patagónico. Vaya paradoja que su tradicional familia participó en los golpes del 55 y del 76.
Pero el gobierno sale nuevamente a hacer dobles discursos. Dicen que el sistema de reintegros –mediante registros- es para blanquear a los trabajadores en negro. Pero los Kirchner, amantes de los derechos humanos, mantienen la ley 22.248, sobre trabajo agrario. Esta ley fue dictada por la última dictadura militar a la que tanto critican (hoy; ayer no tanto, cuando sacaban solicitadas agradeciéndoles al gobernador militar de Santa Cruz). La ley, impulsada por la oligarquía golpista de esa época, excluye a los trabajadores agrarios del régimen de la ley de contratos de trabajo, fomentando así el trabajo en negro en beneficio de esa oligarquía.
Y es entonces cuando salen a decir que son un gobierno popular, porque los votó el 44% de la población del país. Pero una breve revisión nos hace ver que esto no es tan así. Ellos sólo cuentan los votos “válidos” emitidos. O sea, descartan a más de 8 millones y medio de personas empadronadas (a los que hay que restarle un brevísimo porcentaje de la abstención estructural –aquellos que no votan por razones de distancia, vejez, etcétera) que no fueron a votar, o que votaron en blanco o que impugnaron su voto, hartos de estos gobernantes o de que se presenten los mismos de siempre. Si es que contamos a estas personas, a CFK la votaron sólo 3 de cada 10 argentinos. Pero sigamos profundizando en el tema. Los K perdieron en las principales ciudades del país: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Rosario, La Plata, Mar del Plata, etc. Pero, es así, ganaron en los sectores del campo. Con este sistema de retenciones, los han perdido –electoralmente la mayoría de ellos son pequeños productores, los que, económicamente, exportan un mínimo del total de exportaciones; éstas, en su mayoría, son el producto del producido por un 6% de los productores, los grandes terratenientes, que son un número muy bajo hablando electoralmente-. O sea, perdieron en este último tiempo sus grandes bases electorales del campo, las que, sumadas a un gran descontento en las ciudades, rebajan aún más la popularidad del gobierno. Y aquí no coincido con quienes niegan a los sectores pobres o de la clase media en los cacerolazos. Negar esto, es negar la realidad (tal cual lo hace el ultrakirchnerista diario Página 12, que paradójicamente pertenece al grupo Clarín –otra casualidad del mundo discursivo-, donde su director, Verbistky, se jacta de su “institucionalismo”, cuando ayer, en la dictadura, escribía para el Servicio de Inteligencia de la Aeronáutica). Los chacareros pobres fueron los primeros en quejarse. Los Pueblos Originarios en Lucha se sumaron a este conflicto. También lo hizo La Liga Campesina de la República Argentina, la Unión Campesina del Chaco y la Asociación de Trabajadores Campesinos de Jujuy. ¿Acaso la CCC, o el MIJD de Castells, o el Frente Tierra y Vivienda Disidente –una escisión del FTV de D´Elía- no pertenecen a sectores pobres? Las retenciones nacidas en 2002 fueron un logro que se le arrancó a Duhalde –abriéndole el bolsillo- en virtud de las luchas de los sectores más desventajados de la sociedad: existía la realidad de los desocupados en Argentina a la que había que admitir y sostener para que vivan con un poco más de dignidad: les dieron sólo $150, cuando la canasta básica para no caer en indigencia valía $120, y esa plata salía de las retenciones. Los Kirchner aumentaron las retenciones y no les subieron un peso a los desocupados –con una canasta básica de indigenica que hoy supera los $500-; desocupados que los K, con sus números inventados, cada vez niegan más ¿Redistribución? Además, trabajadores del Astillero Río Santiago y los de Arcor se solidarizan con la lucha agraria. También ATE, Las Mujeres en Lucha, el Foro de la Deuda Externa, Movimiento Oro Negro, por dar sólo ejemplos. Más allá de esto, el pueblo está conformado por ideologías tan diferentes, que, seguramente, confluirán gente de derecha –no golpistas- y de izquierda y de centro. Los fascistas, son sólo oportunistas. Esa es la realidad del pueblo, a la que tampoco hay que negar. Basta con hablar con la gente que sale a los cacerolazos, y no criticar desde un balcón o encerrados en cuatro paredes. Son miles y miles. Decir que son todos de derecha o de la clase alta los que cacerolean, como muchos dicen, es otro facilismo. Lo que sí hay que hacer, como lo trata de hacer la FAA, es hegemonizar la lucha para que los grandes beneficiados sean lo pequeños productores y no los grandes terratenientes, disputando la línea a seguir para que la Sociedad Rural no capte a esos productores con su línea del “no a las retenciones”.
Pero aún así, el hecho de ser elegidos, no les da un cheque en blanco para decidir hacer lo que sea. No es esta una actitud democrática y republicana. El principio de que el pueblo no delibera sino por medio de sus representantes, no es un dogma. Todo argentino tiene derecho peticionar. ¿Por qué, por ejemplo, ante esta realidad bastante compleja no llaman a una consulta popular sobre cómo deben ser las retenciones? Eso es democrático. De todas formas, no hay en la lucha agraria ninguna actitud golpista. Es otro facilismo intelectual el de intentar trasladar la realidad boliviana a la realidad Argentina. Esa actitud golpista no la hay en la lucha agraria, ni en las luchas salariales (por ejemplo, de los docentes de este Estado con la mitad de su sueldo en negro), ni en las luchas contra los impuestazos, ni en las luchas estudiantiles por más presupuesto. Y si algún grupo fascista, que están en plena decadencia –lo demuestran los votos a los de ultra derecha en las últimas elecciones-, intentara hacerlo, una inmediata pueblada se lo impediría. Esténse seguros de esto. Al gobierno se le reclama que suelte del bolsillo el dinero para que los pequeños productores no sean liquidados, para que no haya más hambre (hace una semana reprimieron brutalmente en La Quiaca a quienes protestaban por un plato de comida), para presupuesto para salud y educación (basta con ir a los hospitales públicos y hablar con los médicos para ver la realidad; basta con ir a las universidades para ver su ahogo presupuestario).
Pero ahora, es el gobierno el que, desprovisto de las bases populares que ha perdido –tanto en el campo, como en las clases medias de las ciudades y en las clases pobres, ahogadas cada vez más por una inflación que el gobierno reconoció después de iniciado el conflicto agrario, para echarle la culpa a los protestones, pero que viene desde mucho antes- el que ha salido a embarrar la cancha: “o están con nosotros, o están con la Sociedad Rural y los golpistas”. Analicemos esto un poco para no comernos este discurso soso.
Al principio había dicho que el gobierno cuando subió las retenciones golpeó a todos por igual. A parte de la oligarquía del campo, entre ellos a la SRA, no le gustó que le toquen el bolsillo. Pero con esto, también les pegaron de la misma forma a los pequeños y medianos productores (ya hablé sobre los reintegros), que son, en su mayoría, quien están en las rutas. Así unió a las entidades del campo por el espanto; entidades que históricamente estuvieron enfrentadas. Unió a los de abajo porque se acordaron del camino que recorrieron cuando fueron llevados a la quiebra por la convertibilidad (más de 100 mil productores cayeron en bancarrota –ellos no tienen los mismos gastos que los pools de siembra o de los latifundistas, que pueden conseguir insumos más baratos por cantidad-). Y a los de arriba, porque les metieron las manos en el bolsillo, aunque siguen teniendo réditos. O sea, el gobierno ha metido a todos en la misma bolsa, perjudicando a unos más que a otros. La SRA, también puso el grito en el cielo porque de los sectores de la oligarquía (minas, petróleo, grandes industriales), el gobierno decidió que sean ellos los que pongan la plata para afrontar la crisis mundial en el país. Así, es un hecho no muy notorio –pero sabido en los sectores de la FAA y autoconvocados-, porque al gobierno no le conviene darlo a difundir para confundir, que la SRA estuvo negociando por separado con los K. Sin embargo, ésta se mantiene en la lucha para que las grandes masas sigan su línea y poder presionar. Por eso desde FAA intentan hegemonizar la línea de la baja a las retenciones a como eran el 10 de marzo. A esa línea la acepta la SRA, pero ellos quisieran ir más allá –pero el enlace es hasta ahí-. Esto beneficiará a los pequeños productores, que son la mayoría que exporta una minoría. Ahora bien, no le quiero pedir peras al olmo, pero queda en manos del gobierno hacer la diferenciación a la hora de bajarlas (puede, por ejemplo, bajar las retenciones a los pequeños productores a un 30% y subírselas a los grandes productores a más de un 50% -si sos un gobierno popular, pegale a la oligarquía en serio-; así, incluso, recaudará más; es que la desconfianza viene por el lado de que ellos no quieren meterse con la oligarquía del campo, porque tienen grandes negociados con grandes sectores de ella).
Ahora bien, entramos al campo de la sojización. Este gobierno fue el primero en alentar la soja, con el ánimo de recaudar. Sabiendo que desde 1989 al 2002 desaparecieron más de 100 mil productores, los Kirchner tienen que haber sabido que la devaluación del peso, y la incentivación de la soja por los precios internacionales, alentarían y engordarían más aún las arcas de los terratenientes que se beneficiaron con Menem y se quedaron con las tierras de aquellos productores desaparecidos. O sea, los Kirchner les dieron más poder a la oligarquía. Así Néstor desincentivó otros sectores del campo, provocando que miles de tamberos y ganaderos cerraran sus puertas y otros se volcaran a la soja. Si hay sojización, es por su culpa: de las 9 millones de hectáreas de soja que habían cuando Néstor asumió a la presidencia, hoy ya son 16 millones de hectáreas. La inflación, producto de la sojización, es por culpa de ellos. El peso a 3 a 1, que levantó los precios internos hasta alcanzar al dólar o al euro (casi 5 a 1), provocó grandes beneficios para las grandes exportadoras que hoy ellos tanto critican (de la boca para afuera). Todavía no se están incentivando a otros sectores del campo (leche, ganados, verduras). Esto hace ver que sólo hay ánimos de recaudación en el gobierno. ¿Por qué? Creo que han perdido grandes bases populares, y la gobernabilidad la están sosteniendo con esa “caja” para comprar gobernadores, intendentes, legisladores, gremialistas, organizaciones. ¿Cómo se explica que un gobierno de los derechos humanos siga ocultando el hambre en el país con índices truchos, que banque a gobernadores como Barrionuevo en Jujuy, Alperovich en Tucumán, Insfrán en Formosa, Capitanich en Chaco? Provincias hundidas en la pobreza, cuyos gobernantes, muchos de ellos vinculados con la dictadura, ejercen el poder de manera mafiosa. Los indígenas se mueren de hambre en el Chaco, en Jujuy, en Salta. Los pobres tienen la mala manía de pedir comida (es una ironía). ¿Cómo redistribuyen la riqueza si ni siquiera coparticipan por lo menos parte de las retenciones? Una inflación oculta impide saber cuál es el salario real de los trabajadores, a los que cada vez les falta más para llegar a fin de mes. Los insumos en el campo cada vez valen más. El gobierno, en vez de subsidiar a los sectores intermedios de la cadena de consumo (supermercadistas) para que no suban los precios –algo que no se ve en las góndolas, demostrando que son puros negociados y habladurías para entretener- ¿por qué no subsidia la carne y la leche de los pequeños productores? ¿Por qué no controla dónde se están produciendo la remarcación de los productos al consumidor? Hace poco vimos cómo la empresa SanCor, bancada por Chávez para que no la compre Adecoagro de George Soros, pero administrada –de alguna forma- por el gobierno nacional, tiró litros de leche frente a cientos de cámaras. ¿Pero acaso no es SanCor una de las empresas más beneficiadas por este gobierno si es subsidiada con $340 millones de pesos por el Estado Nacional? Me pareció pura provocación.
Este gobierno informa peor que cualquier diario (al fin y al cabo, Clarín tiene a Página 12, así queda bien con Dios y con el Diablo). Los K, cada vez que salen a hablar, hablan de “golpismos”, creyéndose ser Perón y Evita, cuando están muy lejos de serlo, y que esto es un nuevo 1955. Por favor. Seamos serios. Lo que se quiere es que dejen de mentir, que escuchen a los sectores del pueblo que luchan por sus derechos (a que los pools de siembra o los terratenientes no se queden con las tierras de los pequeños productores, a evitar la concentración de las tierras; y extendemos: salarios dignos para los trabajadores del campo y la ciudad, no más hambre, verdadera redistribución de las riquezas, mayor presupuesto para salud y educación). Si son algo populares, sabrán cómo hacer las retenciones. Y si son verdaderamente populares, estaremos hablando de cómo hacer la reforma agraria e impulsando la ley de corresponsabilidad gremial.
Por otra parte, reconozco que son justas las reivindicaciones del Frente Campesino –creado sorprendentemente en abril de este año en plena a lucha del campo, y a pedido de las Madres de Plaza de Mayo, muy ligadas al kirchnerismo-, que mucho criticó al gobierno pero terminó prestándole su “apoyo crítico” cuando se comió el discurso de que los protestones del campo son todos oligarcas golpistas. Quizá no sea de sorprender: está muy influenciado por el Partido “Comunista”, que deja bastante que desear sobre las luchas populares. Sin embargo, hay cientos de campesinos que no pertenecen a este frente y están con la lucha agraria (Las Ligas Campesinas de la República Argentina y la misma FAA, nuclean a campesinos). Una buena ayuda le podría haber prestado a la FAA para hegemonizar la línea frente a la SRA.
Por otra parte, creo que la realidad de la crisis es tremendamente compleja como para resumirla en el dicho kirchnerista “son todos oligarcas”, o lo que dice el gobierno “están con la Sociedad Rural o con nosotros, un gobierno popular”. Más de una vez Buzzi, de la FAA, dijo que no los une el amor, sino el espanto. La realidad es la siguiente. El gobierno, al subir las retenciones, golpeó a todos por igual: a grandes, a medianos y a pequeños productores. A todos les retuvo lo mismo. Lo que no hizo es hacer una diferenciación de las retenciones: retenerle más a los grandes productores y menos a los pequeños. Con esto, estoy dejando en claro que las retenciones son necesarias, pero no de esta forma, porque, al fin y al cabo, termina beneficiando a la misma oligarquía que dice combatir. Y es aquí donde salta el doble discurso de los Kirchner. A la oligarquía, le jode que le toquen el bolsillo, pero igual tienen mucha rentabilidad. De hecho, Kirchner tiene grandes amigos sojeros y oligarcas: Urquía, dueño de la todopoderosa aceitera General Deheza, es senador nacional por el Frente para la Victoria. El año pasado, por un proyecto que el mismo Urquía presentó, le pusieron a su empresa una aduana propia. Con el gobierno de Kirchner, Urquía pasó de tener 50 mil hectáreas, a 200 mil. Grobocopatel, otro amigo de Kirchner (incluso lo llevó a Venezuela), tenía antes de los K 15 mil Ha. Ahora tiene 150 mil Ha. Cresud, del kirchnerista Elzstain pasó de tener 200 mil Ha a tener 600 mil Ha con los Kirchner. Durante el gobierno de Kirchner en Santa Cruz, se realizó el traspaso de tierras de la corona inglesa a Benetton, el mayor terrateniente de la argentina, quien tiene ahora más de un millón de Ha en el país y paga cero pesos de impuestos en los pagos del kirchnerista Das Neves (Chubut). O sea, la oligarquía con los Kirchner tiene muy buena salud y con ellos concentraron aún más sus riquezas. Los K vienen durmiendo en el Congreso la ley que impide la extranjerización de las tierras (se han extranjerizado en los últimos tiempos 17 millones de hectáreas).
Fue entonces cuando, de alguna manera, tuvieron que reconocer que se estaba perjudicando a los pequeños productores. “Crearon” así –por así decirlo- los reintegros. Cuántos productores siguen esperando los de años anteriores. En virtud de eso, sólo 150 productores se anotaron desde la fecha de la “creación”. Ya están acostumbrados a estos “discursos”. Lo lógico es hacer de entrada diferenciaciones en las retenciones. Con esto, muchos pequeños productores pueden terminar liquidados. Además, es notable como el gobierno utiliza los planes sociales como un sistema de premios y castigos para aquellos que le presten apoyo o no. De la misma forma, vale decir, utilizarán esos “reintegros” (que hasta la bancada kirchnerista dice que hay que mejorar). Y es ahí donde sale otro punto débil del gobierno. Éste sale a decir que las tierras de estos productores están sobrevaluadas. ¿Qué quieren decir?: ¿que las vendan? Es cierto que tienen un precio alto, pero si es así, ¿quiénes son los únicos en estado de comprarlas? Volvemos a los mismos: Urquía, Grobocopatel, los Braun Menéndez, los Menéndez Behety. Este último maneja el comercio patagónico. Vaya paradoja que su tradicional familia participó en los golpes del 55 y del 76.
Pero el gobierno sale nuevamente a hacer dobles discursos. Dicen que el sistema de reintegros –mediante registros- es para blanquear a los trabajadores en negro. Pero los Kirchner, amantes de los derechos humanos, mantienen la ley 22.248, sobre trabajo agrario. Esta ley fue dictada por la última dictadura militar a la que tanto critican (hoy; ayer no tanto, cuando sacaban solicitadas agradeciéndoles al gobernador militar de Santa Cruz). La ley, impulsada por la oligarquía golpista de esa época, excluye a los trabajadores agrarios del régimen de la ley de contratos de trabajo, fomentando así el trabajo en negro en beneficio de esa oligarquía.
Y es entonces cuando salen a decir que son un gobierno popular, porque los votó el 44% de la población del país. Pero una breve revisión nos hace ver que esto no es tan así. Ellos sólo cuentan los votos “válidos” emitidos. O sea, descartan a más de 8 millones y medio de personas empadronadas (a los que hay que restarle un brevísimo porcentaje de la abstención estructural –aquellos que no votan por razones de distancia, vejez, etcétera) que no fueron a votar, o que votaron en blanco o que impugnaron su voto, hartos de estos gobernantes o de que se presenten los mismos de siempre. Si es que contamos a estas personas, a CFK la votaron sólo 3 de cada 10 argentinos. Pero sigamos profundizando en el tema. Los K perdieron en las principales ciudades del país: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Rosario, La Plata, Mar del Plata, etc. Pero, es así, ganaron en los sectores del campo. Con este sistema de retenciones, los han perdido –electoralmente la mayoría de ellos son pequeños productores, los que, económicamente, exportan un mínimo del total de exportaciones; éstas, en su mayoría, son el producto del producido por un 6% de los productores, los grandes terratenientes, que son un número muy bajo hablando electoralmente-. O sea, perdieron en este último tiempo sus grandes bases electorales del campo, las que, sumadas a un gran descontento en las ciudades, rebajan aún más la popularidad del gobierno. Y aquí no coincido con quienes niegan a los sectores pobres o de la clase media en los cacerolazos. Negar esto, es negar la realidad (tal cual lo hace el ultrakirchnerista diario Página 12, que paradójicamente pertenece al grupo Clarín –otra casualidad del mundo discursivo-, donde su director, Verbistky, se jacta de su “institucionalismo”, cuando ayer, en la dictadura, escribía para el Servicio de Inteligencia de la Aeronáutica). Los chacareros pobres fueron los primeros en quejarse. Los Pueblos Originarios en Lucha se sumaron a este conflicto. También lo hizo La Liga Campesina de la República Argentina, la Unión Campesina del Chaco y la Asociación de Trabajadores Campesinos de Jujuy. ¿Acaso la CCC, o el MIJD de Castells, o el Frente Tierra y Vivienda Disidente –una escisión del FTV de D´Elía- no pertenecen a sectores pobres? Las retenciones nacidas en 2002 fueron un logro que se le arrancó a Duhalde –abriéndole el bolsillo- en virtud de las luchas de los sectores más desventajados de la sociedad: existía la realidad de los desocupados en Argentina a la que había que admitir y sostener para que vivan con un poco más de dignidad: les dieron sólo $150, cuando la canasta básica para no caer en indigencia valía $120, y esa plata salía de las retenciones. Los Kirchner aumentaron las retenciones y no les subieron un peso a los desocupados –con una canasta básica de indigenica que hoy supera los $500-; desocupados que los K, con sus números inventados, cada vez niegan más ¿Redistribución? Además, trabajadores del Astillero Río Santiago y los de Arcor se solidarizan con la lucha agraria. También ATE, Las Mujeres en Lucha, el Foro de la Deuda Externa, Movimiento Oro Negro, por dar sólo ejemplos. Más allá de esto, el pueblo está conformado por ideologías tan diferentes, que, seguramente, confluirán gente de derecha –no golpistas- y de izquierda y de centro. Los fascistas, son sólo oportunistas. Esa es la realidad del pueblo, a la que tampoco hay que negar. Basta con hablar con la gente que sale a los cacerolazos, y no criticar desde un balcón o encerrados en cuatro paredes. Son miles y miles. Decir que son todos de derecha o de la clase alta los que cacerolean, como muchos dicen, es otro facilismo. Lo que sí hay que hacer, como lo trata de hacer la FAA, es hegemonizar la lucha para que los grandes beneficiados sean lo pequeños productores y no los grandes terratenientes, disputando la línea a seguir para que la Sociedad Rural no capte a esos productores con su línea del “no a las retenciones”.
Pero aún así, el hecho de ser elegidos, no les da un cheque en blanco para decidir hacer lo que sea. No es esta una actitud democrática y republicana. El principio de que el pueblo no delibera sino por medio de sus representantes, no es un dogma. Todo argentino tiene derecho peticionar. ¿Por qué, por ejemplo, ante esta realidad bastante compleja no llaman a una consulta popular sobre cómo deben ser las retenciones? Eso es democrático. De todas formas, no hay en la lucha agraria ninguna actitud golpista. Es otro facilismo intelectual el de intentar trasladar la realidad boliviana a la realidad Argentina. Esa actitud golpista no la hay en la lucha agraria, ni en las luchas salariales (por ejemplo, de los docentes de este Estado con la mitad de su sueldo en negro), ni en las luchas contra los impuestazos, ni en las luchas estudiantiles por más presupuesto. Y si algún grupo fascista, que están en plena decadencia –lo demuestran los votos a los de ultra derecha en las últimas elecciones-, intentara hacerlo, una inmediata pueblada se lo impediría. Esténse seguros de esto. Al gobierno se le reclama que suelte del bolsillo el dinero para que los pequeños productores no sean liquidados, para que no haya más hambre (hace una semana reprimieron brutalmente en La Quiaca a quienes protestaban por un plato de comida), para presupuesto para salud y educación (basta con ir a los hospitales públicos y hablar con los médicos para ver la realidad; basta con ir a las universidades para ver su ahogo presupuestario).
Pero ahora, es el gobierno el que, desprovisto de las bases populares que ha perdido –tanto en el campo, como en las clases medias de las ciudades y en las clases pobres, ahogadas cada vez más por una inflación que el gobierno reconoció después de iniciado el conflicto agrario, para echarle la culpa a los protestones, pero que viene desde mucho antes- el que ha salido a embarrar la cancha: “o están con nosotros, o están con la Sociedad Rural y los golpistas”. Analicemos esto un poco para no comernos este discurso soso.
Al principio había dicho que el gobierno cuando subió las retenciones golpeó a todos por igual. A parte de la oligarquía del campo, entre ellos a la SRA, no le gustó que le toquen el bolsillo. Pero con esto, también les pegaron de la misma forma a los pequeños y medianos productores (ya hablé sobre los reintegros), que son, en su mayoría, quien están en las rutas. Así unió a las entidades del campo por el espanto; entidades que históricamente estuvieron enfrentadas. Unió a los de abajo porque se acordaron del camino que recorrieron cuando fueron llevados a la quiebra por la convertibilidad (más de 100 mil productores cayeron en bancarrota –ellos no tienen los mismos gastos que los pools de siembra o de los latifundistas, que pueden conseguir insumos más baratos por cantidad-). Y a los de arriba, porque les metieron las manos en el bolsillo, aunque siguen teniendo réditos. O sea, el gobierno ha metido a todos en la misma bolsa, perjudicando a unos más que a otros. La SRA, también puso el grito en el cielo porque de los sectores de la oligarquía (minas, petróleo, grandes industriales), el gobierno decidió que sean ellos los que pongan la plata para afrontar la crisis mundial en el país. Así, es un hecho no muy notorio –pero sabido en los sectores de la FAA y autoconvocados-, porque al gobierno no le conviene darlo a difundir para confundir, que la SRA estuvo negociando por separado con los K. Sin embargo, ésta se mantiene en la lucha para que las grandes masas sigan su línea y poder presionar. Por eso desde FAA intentan hegemonizar la línea de la baja a las retenciones a como eran el 10 de marzo. A esa línea la acepta la SRA, pero ellos quisieran ir más allá –pero el enlace es hasta ahí-. Esto beneficiará a los pequeños productores, que son la mayoría que exporta una minoría. Ahora bien, no le quiero pedir peras al olmo, pero queda en manos del gobierno hacer la diferenciación a la hora de bajarlas (puede, por ejemplo, bajar las retenciones a los pequeños productores a un 30% y subírselas a los grandes productores a más de un 50% -si sos un gobierno popular, pegale a la oligarquía en serio-; así, incluso, recaudará más; es que la desconfianza viene por el lado de que ellos no quieren meterse con la oligarquía del campo, porque tienen grandes negociados con grandes sectores de ella).
Ahora bien, entramos al campo de la sojización. Este gobierno fue el primero en alentar la soja, con el ánimo de recaudar. Sabiendo que desde 1989 al 2002 desaparecieron más de 100 mil productores, los Kirchner tienen que haber sabido que la devaluación del peso, y la incentivación de la soja por los precios internacionales, alentarían y engordarían más aún las arcas de los terratenientes que se beneficiaron con Menem y se quedaron con las tierras de aquellos productores desaparecidos. O sea, los Kirchner les dieron más poder a la oligarquía. Así Néstor desincentivó otros sectores del campo, provocando que miles de tamberos y ganaderos cerraran sus puertas y otros se volcaran a la soja. Si hay sojización, es por su culpa: de las 9 millones de hectáreas de soja que habían cuando Néstor asumió a la presidencia, hoy ya son 16 millones de hectáreas. La inflación, producto de la sojización, es por culpa de ellos. El peso a 3 a 1, que levantó los precios internos hasta alcanzar al dólar o al euro (casi 5 a 1), provocó grandes beneficios para las grandes exportadoras que hoy ellos tanto critican (de la boca para afuera). Todavía no se están incentivando a otros sectores del campo (leche, ganados, verduras). Esto hace ver que sólo hay ánimos de recaudación en el gobierno. ¿Por qué? Creo que han perdido grandes bases populares, y la gobernabilidad la están sosteniendo con esa “caja” para comprar gobernadores, intendentes, legisladores, gremialistas, organizaciones. ¿Cómo se explica que un gobierno de los derechos humanos siga ocultando el hambre en el país con índices truchos, que banque a gobernadores como Barrionuevo en Jujuy, Alperovich en Tucumán, Insfrán en Formosa, Capitanich en Chaco? Provincias hundidas en la pobreza, cuyos gobernantes, muchos de ellos vinculados con la dictadura, ejercen el poder de manera mafiosa. Los indígenas se mueren de hambre en el Chaco, en Jujuy, en Salta. Los pobres tienen la mala manía de pedir comida (es una ironía). ¿Cómo redistribuyen la riqueza si ni siquiera coparticipan por lo menos parte de las retenciones? Una inflación oculta impide saber cuál es el salario real de los trabajadores, a los que cada vez les falta más para llegar a fin de mes. Los insumos en el campo cada vez valen más. El gobierno, en vez de subsidiar a los sectores intermedios de la cadena de consumo (supermercadistas) para que no suban los precios –algo que no se ve en las góndolas, demostrando que son puros negociados y habladurías para entretener- ¿por qué no subsidia la carne y la leche de los pequeños productores? ¿Por qué no controla dónde se están produciendo la remarcación de los productos al consumidor? Hace poco vimos cómo la empresa SanCor, bancada por Chávez para que no la compre Adecoagro de George Soros, pero administrada –de alguna forma- por el gobierno nacional, tiró litros de leche frente a cientos de cámaras. ¿Pero acaso no es SanCor una de las empresas más beneficiadas por este gobierno si es subsidiada con $340 millones de pesos por el Estado Nacional? Me pareció pura provocación.
Este gobierno informa peor que cualquier diario (al fin y al cabo, Clarín tiene a Página 12, así queda bien con Dios y con el Diablo). Los K, cada vez que salen a hablar, hablan de “golpismos”, creyéndose ser Perón y Evita, cuando están muy lejos de serlo, y que esto es un nuevo 1955. Por favor. Seamos serios. Lo que se quiere es que dejen de mentir, que escuchen a los sectores del pueblo que luchan por sus derechos (a que los pools de siembra o los terratenientes no se queden con las tierras de los pequeños productores, a evitar la concentración de las tierras; y extendemos: salarios dignos para los trabajadores del campo y la ciudad, no más hambre, verdadera redistribución de las riquezas, mayor presupuesto para salud y educación). Si son algo populares, sabrán cómo hacer las retenciones. Y si son verdaderamente populares, estaremos hablando de cómo hacer la reforma agraria e impulsando la ley de corresponsabilidad gremial.
Por otra parte, reconozco que son justas las reivindicaciones del Frente Campesino –creado sorprendentemente en abril de este año en plena a lucha del campo, y a pedido de las Madres de Plaza de Mayo, muy ligadas al kirchnerismo-, que mucho criticó al gobierno pero terminó prestándole su “apoyo crítico” cuando se comió el discurso de que los protestones del campo son todos oligarcas golpistas. Quizá no sea de sorprender: está muy influenciado por el Partido “Comunista”, que deja bastante que desear sobre las luchas populares. Sin embargo, hay cientos de campesinos que no pertenecen a este frente y están con la lucha agraria (Las Ligas Campesinas de la República Argentina y la misma FAA, nuclean a campesinos). Una buena ayuda le podría haber prestado a la FAA para hegemonizar la línea frente a la SRA.