21° aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges
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Se confiesa: odia a los nazis. Sin embargo apoya a Onganía, un declarado admirador de Hitler, y trabaja para él. Filosofa: la muchedumbre es una entidad ficticia y aclara que las clases sociales son meras comodidades intelectuales. Aborrece las dictaduras, pero aplaude el gobierno de facto de los militares Lonardi, Aramburu -y sus sucesores-, que derrocaron a Perón, y, en sus comienzos, apoya el golpe de estado de Jorge Rafael Videla, agradeciéndole que haya sacado al país de la ignominia, diciendo además, en ese contexto, “tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”, o “El libre albedrío y la libertad son ilusiones necesarias”. A la vez, no se molesta en recibir premios literarios del régimen pinochetista. Le declara la guerra al fútbol, por ser un deporte estúpido y brutal que idiotiza a la mente. Acusa a Neruda de ser un mediocre poeta romántico a quien el comunismo había hecho un gran poeta público. Se afilia al Partido Conservador porque el liberalismo económico se acerca a su ideal de mero individualismo. Como no sabe de política, cree que no le deberían permitir votar, al igual que a todos los analfabetos. Japón es un país antiguo y civilizado, glorifica, y la Argentina es todavía un país joven y bárbaro, sentencia al igual que Sarmiento. Al asumir Viola declara: “Creo que es una torpeza haber elegido a un militar, ya que los militares son tan antipopulares aquí. Hubiera sido mucho más fácil elegir un civil y manejarlo después ¿no le parece?”. Augura que todo pasado fue mejor. Los indios y los vietnamitas se han merecido sus matanzas. Condena a la revolución cubana y reprueba el actuar del Che Guevara: Borges sólo lucha por Borges, porque así es el individualismo. Vive entre libros, pero no tiene tiempo para leer la realidad, que no anda entre páginas, pero también existe.
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Muere quejándose: “he cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Es lógico, su obra abre las puertas a la nostalgia y a una vida que no conduce a ningún camino, cual laberinto, pero nunca a la esperanza.